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Referente a la política de la Iglesia Católica, tal vez fuese bueno
hacerse una reflexión más profunda.

En primer lugar, la Iglesia como tal no es la propietaria, sino únicamente
la custodiante de los archivos. Los templos fueron sufragados no por la
Iglesia, sino por los ciudadanos de los pueblos, que subvenían a las
necesidades de los párrocos y de la propia jerarquía eclesiástica mediante
el pago de diezmos, contribuciones, donativos y legados. En muchos casos,
levantaron con sus propias manos los templos.

Por lo que respecta a los libros parroquiales, pagaron además por todas y
cada una de las inscripciones que se practicaban.

La pregunta evidente es: ¿quién es pues el propietario de dichos libros?

Como comenté hace poco, sin recibir respuesta, en otra lista de
Genealogía, en Francia se tuvo muy claro quién era el propietario, y tras
la Revolución francesa el Estado tomó el control de los libros.

El resultado es que hoy en Francia cualquiera puede ver cómo hay varios
miles de libros parroquiales vaciados y en España sólo unas decenas, si es
que alcanzamos cifras tan altas.

Por eso mismo en Francia existen tantas personas interesadas por la
Genealogía y en España somos considerados poco más que un grupito de
chalados que se interesan por estas cosas tan macabras de nuestros
"muertecitos".

En el caso de España, en muchos casos la Iglesia accede, a regañadientes,
a que se consulten in situ los libros, pero poniendo todas las trabas que
puede, para desanimar a los investigadores. Sólo alguien con mucho tiempo
libre puede efectuar un trabajo amplio. Y quien viva lejos, sólo le queda
esperar que alguien pueda mirarle algún dato o pagar a un profesional.

La pregunta del millón es: ¿porqué la Iglesia no quiere que se investiguen
los libros?

Evidentemente, en el estado actual de las cosas, lo mejor es aprovechar si
algún párroco se muestra comprensivo o benévolo y aprovechar para trabajar
al máximo. Nunca sabemos si en nuestra próxima visita los libros van a
seguir allí, el párroco habrá cambiado de idea o ya no habrá el mismo
párroco.

Pero esto no es sino un parche para el problema. La solución sería exigir
la puesta a disposición de los investigadores de los libros, en lugares
dotados de la moderna tecnología, o incluso exigir que la Iglesia hiciese
público el contenido de los libros.

En este sentido, hay dos pasos importantes en España, que son los casos de
Gerona y Vizcaya. En ambos casos, la Iglesia pone a disposición de todos,
vía Internet, un apreciable conjunto de datos. Y estos esfuerzos hay que
agradecerlos, ya que son un paso en la línea correcta.